Uno de mis primeros recuerdos de niñez es una pequeña ventana en la puerta del nido por donde miraba entusiasmada las clases de Karate, que no podía hacer. Era niña, así que me tocaba ballet.
Unos años después, mi hermano comenzó a practicar Taekwon-Do. Mi primo había introducido el Taekwon-Do Tradicional en el Perú, y mis primos y mi hermano mayor lo practicaban. Cuando mi hermano llegaba a casa me enseñaba las técnicas que había aprendido, nos agarrábamos en peleas que terminaron alguna vez con una ventana rota, llantos y sobre todo mucha diversión y deseo de aprender. En mi casa la respuesta era siempre la misma. Tú no puedes ir a clases, eso es para niños. Entonces me llevaban a ver el ballet de mis primas durante incontables horas, para ver si me animaba, cosa que nunca pasó.
Al fin, un 10 de enero de 1989, ahorré mi propina, crucé la pista que separaba la casa de mi tía del Dojang de la calle Piura, en Miraflores, y empecé a entrenar con mis primos. Luego informé en mi casa que había comenzado mis clases de Taekwon-Do. Creo que hasta ahora, veintinueve años después, mis padres no lo terminan de aceptar. Lo cierto es que desde ese día me enamoré del Taekwon-Do, que cambió mi vida para siempre, me definió como ser humano y me permitió descubrir mi pasión.
Algo maravilloso al interior del Dojang es que todos somos iguales, portamos el mismo Dobok (uniforme), aprendemos las mismas técnicas y es tarea de cada uno exigirse al máximo y dar lo mejor de sí. Si bien muchas cosas me resultaban difíciles, nunca me sentí menos por ser mujer y aprendí a encarar con la correcta actitud cada prueba y dificultad. El Taekwon-Do te forja el carácter, forja el espíritu que llevas dentro, a quien no le importa si naciste en cuerpo femenino o masculino, el Taekwon-Do solo te nutre y te moldea en un mejor ser humano.
Vivimos en una sociedad donde aún se estigmatiza a quien no sigue lo normado. Familiares y amigos me etiquetaron como poco femenina por hacer artes marciales. Esto poco importa cuando haces lo que amas. Siempre he entrenado con hombres, he competido contra ellos, en los 90s formamos un equipo de Formas mixto que resultó imparable en los campeonatos abiertos de Sudamérica. En el Dojang no hay diferencias.
Desde que comencé a enseñar, a inicios de los 90s, son más las mujeres que se han interesado por aprender y entrenar, pero aún así, el porcentaje de mujeres que entrena en Perú es mínimo con respecto a otros países. Vivimos en un país donde queremos que la mujer aprenda a defenderse, a encarar a otro, a no ser víctima, pero aún me encuentro con padres y esposos que prefieren que su hija o esposa no entrene porque se puede lastimar, porque es feo ver a una mujer con moretones o simplemente porque con el tiempo el Taekwon-Do las empodera y esto los hace sentir inseguros.
Al final, lo que importa es que dejemos a nuestros hijos hacer aquello que los apasiona. No importa si son niños o niñas, dejémoslos bailar, pintar, pelear, cantar o descubrir aquel talento o pasión que llevan consigo. Que nadie les diga que no pueden, menos en casa.
Si me hubieran apoyado seguro hubiese sido más fácil, pero a veces lo que más cuesta se aprecia más. En Perú, más mujeres deberían entrenar, más padres deberían acercar a sus hijas a una academia de artes marciales, más esposos deberían respetar que sus esposas sepan defenderse, más mujeres deberían ser capaces de enfrentarse con la cara en alto a situaciones difíciles. Tenemos las herramientas, el Taekwon-Do es una de ellas.
Taekwon!
Sabum Viviana Villamonte
V-Dan ITF
Taekwon!
Sabum Viviana Villamonte
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