martes, 20 de septiembre de 2016

¿Contra quién competimos?

Vivimos en un mundo que nos exige competir casi desde que nacemos. Con tan solo dos años nuestros hijos deben ya contar con ciertas competencias para ingresar al colegio. Incluso actividades placenteras como la música, el arte o el deporte se convierten en habilidades deseables para el mejor desenvolvimiento de los chicos y los padres en ocasiones demandamos resultados antes de lo debido. A pesar de las exigencias del mundo moderno, cada niño nace con su propio arsenal de cualidades y habilidades, muy distinto al de otro niño y por lo tanto, cada uno cuenta con un ritmo propio para asimilar, crecer y dar fruto, el cual debe ser respetado en lo posible.

Quienes tenemos más de un hijo somos testigos de lo diferentes que pueden ser, a pesar de nacer y crecer en un mismo hogar, desde muy pequeños notamos claras diferencias en la manera de ser, pensar y actuar, y amamos a cada uno como único y especial. Del mismo modo, cada alumno es único e incomparable y desde mi punto de vista, la genialidad en la metodología del Taekwon-Do consiste en que se adecúa a cada individuo sin importar la edad, el sexo o las cualidades propias de cada persona. Es cierto que un Taekwon-Doísta puede saltar por encima de diez personas y romper una madera o elevarse a más de tres metros para explosionar una tabla en el aire, pero también es cierto que quien no cuenta con esa capacidad de salto puede llegar a ser tan buen Taekwon-Doísta como el que sí lo puede hacer. Con 3600 técnicas tenemos destrezas para todos y el Taekwon-Do puede ser practicado por todos. Suelo escuchar comentarios como: "Yo no me estiro, por lo tanto no podría entrenar Taekwon-Do" o "Cómo me hubiera gustado entrenar de joven, ahora ya estoy viejo", lo cual solo verifica que esa persona poco sabe sobre Taekwon-Do y puede llegar a ser un excelente estudiante si se lo propone.

Hay características físicas distintas, algunos son más delgados o altos que otros, otros son más flexibles o ágiles, pero no existe un prototipo específico para practicar el arte.  El propio General Choi Hong Hi era de baja estatura y delgado, pero sin lugar a dudas "el pequeño gigante" desarrolló al máximo el poder en el Taekwon-Do y su sola presencia generaba el más alto respeto. También encontramos características emocionales distintas, algunas personas son más temerosas o nerviosas, mientras que otras son más impulsivas o extrovertidas. El Taekwon-Do permite equilibrar esas emociones y canalizarlas del mejor modo. En el aspecto mental tenemos personas más atentas que otras o que procesan la información de distinta manera o en distintos tiempos. Las etiquetas como el TDHA o incluso el autismo u otros trastornos, tampoco son impedimento para empezar un arte marcial. Muchas veces la mayor dificultad está en saber esperar y respetar el avance de cada estudiante, sin compararlo con  los demás.

Por esto es muy importante entender que el desarrollo en el Taekwon-Do es individual. Si bien se camina en grupo y la amistad es algo muy preciado en ese caminar, cada persona avanza a su propio ritmo, de acuerdo a sus características y a la asimilación de la técnica básica, que como su nombre lo dice, es la piedra fundamental para el desarrollo de la maestría. Las personas reciben bastante presión de fuera, en el Taekwon-Do la presión por mejorar debe venir de adentro, del propio deseo de superación personal y perfeccionamiento. 

Los exámenes y competencias deben servir como un espejo, para que tanto el maestro como el alumno puedan ver las mejoras en el individuo. Una cosa es el estándar grupal esperado y otra el desenvolvimiento del estudiante. Lo importante es ver cómo la persona evoluciona en sí misma con el paso del tiempo y cómo el entrenamiento va impregnando en ella la estampa del artista marcial, tanto en lo físico-técnico, como en lo emocional, mental y más aún, en lo espiritual.

La competencia llama mucho la atención y los estudiantes o padres podemos llegar al Taekwon-Do con la idea de hacer de nuestro hijo un excelente competidor, campeón mundial u olímpico en un futuro, pero qué lejos está eso del arte marcial. Con esto no estoy condenando las competencias, pero sí clarificando la diferencia. La competencia es encantadora, adrenalínica, desafiante y retadora. ¿Quién no disfruta de un buen combate o un excelente tul en el ring? Pero eso es solo un capítulo del Taekwon-Do. El General Choi estableció la competencia solo hasta el IV-Dan no porque después nos encontremos muy viejos para competir, sino porque la maestría del arte poco tiene que ver con competir contra el otro sino contra uno mismo, es adentrarse en el mundo interior y desarrollar el Ki espiritual, que nos permite ser un mejor ser humano; ese es el camino marcial.


Dicho esto, no le quitemos la competencia a nuestros hijos o a nosotros mismos, pero tengamos claro que la competencia es contra uno mismo, contra los propios miedos, temores o nervios, contra el propio orgullo y las propias limitaciones que se van venciendo. No comparemos, permitamos que cada quien experimente su propio crecimiento. El Taekwon-Do es para toda la vida. Tenemos toda una vida para mejorar, encaminarnos, vencernos, redimirnos, caer y volver a levantarnos. El Taekwon-Do es una herramienta que nos acompaña en cada momento de nuestra vida, en cada dificultad o alegría, es como tener un bastón que nos sostiene y equilibra o como una mano amiga que nos lleva hacia arriba. El Taekwon-Do se funde con la vida del estudiante y le enseña a vivir la vida con una visión más profunda de las cosas. El Taekwon-Do es una forma de vida que no tiene que ver con ganar o perder, sino con crecer, valorar y descubrir. Es el descubrimiento de uno mismo y la valoración de lo que somos, por nosotros mismos.

Podemos practicar Taekwon-Do y no pisar una área de competencia, si así lo deseamos; pero no podemos competir y hacer a un lado la cultura moral y la maestría en la defensa personal, porque eso no sería Taekwon-Do.

Disfrutemos la competencia, pero sepamos ver más allá; respetando los tiempos y los logros de cada estudiante y aprendiendo a amar el Taekwon-Do en su real dimensión. 

Taekwon!

Sabum Viviana Villamonte
V-Dan ITF

domingo, 4 de septiembre de 2016

El DOjang

A la entrada de un callejón en Miraflores, de esos que están desapareciendo, esteras, triplay, calaminas y un tatami vieron nacer el Taekwon-Do ITF en el Perú. Era un local pequeño y humilde, donde cada gota de sudor significaba esfuerzo, pasión, dolor, sacrificio y mucha entrega.

Para ingresar, se tocaba la puerta en clave, casi como ingresando a una cámara secreta: ta tan, ta tan, ta tan, se abrían las puertas y se respiraba la mística del grupo, puesta a tono con la "excalibur" del Maestro.

Ahí el Maestro Deacon formaría a sus primeros discípulos. Quienes entrenamos en el Dojang de la calle Piura, siempre respiraremos la mística de esas cuatro paredes, conocedores de que sólo con dolor nace el máximo poder. Ahí se gestó el sueño del Instituto Peruano de Taekwon-Do Internacional (IPTI), que se hizo palpable cuando se colocó la primera piedra en el Dojang principal de Las Nazarenas, en Surco.

Cuatro años después, el Dojang del sótano recibió al General Choi Hong Hi, fundador del Taekwon-Do, junto con el Maestro Lu, en ese entonces VI-Dan. Al año siguiente, el Gran Maestro nos visitó nuevamente y con orgullo inauguró el Dojang principal, Dojang que fue visitado por los Maestros Choi Jung Hwa, Phap Lu, Cariati, Tran Trieu Quan, Palmisano, Sabalain, Puerto y tantos otros que nos honraron con su presencia.

El Dojang no se construyó de la noche a la mañana. Tardó años. Careció de techo durante mucho tiempo. Primero entrenamos sobre el cemento pintado de celeste. Más adelante adquirimos el tapizón con el que habían cubierto la cancha durante el concierto de Phil Collins, pues lo remataban. Luego de quitarle todos los chicles, colillas y demás, lo pegamos al cemento y con el tiempo descubrimos que el tapizón se recalentaba como una sartén con el sol. En ocasiones entrenábamos las exhibiciones dejando una bandeja de agua fuera, para poder correr a meter los pies y apagar el ardor luego del Tul o Matsogi.

Años después, el techo de tela que se colocaba, se convirtió en un techo aligerado y en lugar de tapizón se pudo poner parqué. Por supuesto que durante todos esos años andábamos llenos de ampollas en los piés. Tener ampollas era sinónimo de haber entrenado y era un orgullo llevarlas. Nada que alcohol yodado o kerosene no pudieran limpiar y curtir. Los pisos de mat moderno me hacen añorar la época de las ampollas y los nuevos estudiantes se pierden esa experiencia, que era parte de la vivencia y formación de carácter del artista marcial; felizmente, un buen Maestro tiene más de una manera de forjar el carácter.

Luego de más de veinte años de crecimiento constante, estamos viviendo una etapa de cambio. ¿Cómo entender este momento? Comprendiendo qué es el Dojang para el artista marcial.

El Dojang poco tiene que ver con un espacio físico, con un local o lugar. El Dojang es el lugar de entrenamiento del DO y el camino espiritual nos enseña que el mundo material es impermanente, perecedero, que la única constante es el cambio y lo único que permanece inamovible es el espíritu. El Dojang está donde está el caminante del Do.

Personalmente he enseñado muchos años en Las Nazarenas, luego en mi pequeño garage, en mi sala, en la azotea, en clubs, en el parque, en nidos y colegios, y todos han sido el Dojang. La escuela está donde está el Maestro y dónde el discípulo quiere aprender.

Resulta lindo entrenar en un lugar idóneo, pero resulta más enriquecedor hacer de todo lugar el Dojang.

Cada experiencia en la vida es una oportunidad para aprender. El momento actual nos pone a prueba y como toda prueba, nos demuestra de qué estamos hechos, tanto de manera individual como grupal.

Quien entiende el arte marcial tradicional se adecuará a las circunstancias sin chistar y aprenderá y será partícipe de este momento que nos curte, nos forja y nos nutre, moldeando nuestro carácter y sorteando las dificultades como guerreros del Do. Después de todo, es por eso que un alumno inicia la práctica del arte marcial, porque él o sus padres buscan disciplina, valores, principios, fortaleza, una formación para la vida, y ninguna de estas cosas se consigue con un camino fácil, sería imposible.

Así como una casa bonita no significa que exista un hogar, un local idóneo no implica que haya un Dojang. Un hogar son los lazos familiares, unidos por historia, amor y mucha entrega, sin importar el lugar donde residan; un Dojang es tradición, sabiduría, sacrificio, valores, SajejiDo, sin importar si es de esteras o de concreto, grande o pequeño. El Dojang es el mundo entero, simbolizado en el mundo interno del auténtico estudiante.

Seamos auténticos, seamos Hwarangs y gritemos: Pil Sung! Certera Victoria!, sea cual sea el lugar donde nos ponga la vida. Ese lugar será nuestro Dojang.

Taekwon!

Sabum Viviana Villamonte
V-Dan ITF