lunes, 28 de marzo de 2016

Cortesía (Ye-Ui)

La cortesía es el primer principio del Taekwon-Do y está compuesta por Ye (propiedad) y Ui (rectitud). Si vamos al significado de estos dos vocablos, tenemos que propiedad es un atributo o cualidad esencial en alguien; mientras que rectitud es aquello que es recto y justo en un sentido ético o moral.

De modo que al adentrarnos en el significado de la cortesía, vemos que no implica solamente un trato atento, amable o cordial hacia otros, sino que podemos entender cuál es el origen de esa cordialidad. No se trata solo de normas establecidas para el buen orden social.

La cortesía es reconocer, primero en uno mismo, la esencia del ser. Es comprender que nosotros somos nuestro yo interior y que nuestro yo interior trasciende el egoísmo y los vaivenes del mundo material. El yo interior es nuestra energía en su estado más espiritual, nuestra conciencia más atenta, y alberga el amor más puro. Por lo tanto, ser cortés con uno mismo es amarse y respetarse, entendiendo que nuestro cuerpo es el templo de nuestro yo interno.

Cuando reconocemos nuestro centro, tenemos la capacidad de valorar a ese ser interno en los demás. La cortesía es entonces el reconocimiento del otro, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y por lo tanto es una expresión de amor y compasión.

Yendo más allá, podemos reconocer la esencia espiritual en todos los seres, por lo que el respeto se extiende a la madre Tierra y a todo lo que en ella habita. El cuidado del medio ambiente es también parte de la cortesía. Ser cortés es demostrar amor y respeto hacia todo ser viviente.


En clase desarrollamos la cortesía a través del protocolo.  El Taekwon-Do trabaja de afuera hacia adentro, desde la forma externa hacia el yo interno, de modo que éste se exprese a través del cuerpo. 

Algunas normas de comportamiento en el Dojang (lugar de entrenamiento del Do) son:
  • Saludar al entrar y al salir del Dojang.
  • Saludar al instructor al inicio de la clase y a terminar la misma, con la correcta postura de atención (Charyot) y saludo (Kyong-ye Chwa Seh).
  • Obedecer con rapidez y disciplina la orden del instructor y responder “Ne Sabumnim” o entendido instructor.
  • No se debe conversar dentro del Dojang, a menos que el instructor lo autorice.
  • Evitar llegar tarde al entrenamiento, la puntualidad es muy importante.  De llegar tarde se debe solicitar permiso al instructor para ingresar a clase.
  • Sí se tiene que retirar antes de que termine la clase, se pedirá permiso al instructor antes de comenzar la misma.
  • El Dobok (uniforme del Do), debe ser el oficial, estar limpio y en buen estado. Para arreglarse el Dobok en clase, se debe dar la espalda.
  • Cuando un alumno se dirige al instructor debe pararse en Charyot y prestar máxima atención mientras el instructor da una explicación.
  • Mantenerse siempre erguido, tanto al estar de pié como sentado. La posición de sentado es con la espalda recta, las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas.
  • Los menores no le dan la mano al instructor hasta que éste la extienda primero. Al saludar con la mano derecha, se coloca la mano izquierda por debajo del codo derecho, con la palma hacia arriba. 

El protocolo y la cuadratura son fundamentales, tanto en el Dojang como fuera de este.  Hagamos de la cortesía una expresión natural de nosotros mismos.
Taekwon!
Viviana Villamonte Uriarte
IV-Dan ITF
Perú




martes, 22 de marzo de 2016

DO

Si pudiéramos trazar una línea recta entre el yo consciente y Dios, tendríamos a DO, un camino de ascenso vertical e interior. Como Dios nos resulta abstracto, lo identificamos con los grandes maestros que nos muestran el camino.

El punto más elevado de Do que podemos vislumbrar son los principios, las leyes que rigen al espíritu, preceptos morales que podemos identificar y atraer a través de la disciplina, el estudio y el desapego, entre ellos: la voluntad, el amor y la sabiduría, virtudes que nos permiten acercarnos y conocer al Dios interno que mora en nosotros y que rige el universo entero, aquel en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.


Somos chispas divinas insertas en un cuerpo, pero nuestra chispa interior no conoce de limitaciones. Do es el despertar conciente, es llevar esa chispa divina al mar de conciencia cósmica, retornarla a la fuente inagotable de energía.

Hace poco me dijeron: "he leído muchos libros sobre el camino y mi vida sigue igual, por lo tanto eso no sirve". El estudio, las artes marciales y otras disciplinas son solo herramientas. Do no se realiza por estudiarlo o leerlo, Do no pertenece a la mente racional, Do pertenece a la mente intuitiva y al espíritu. Do no se recorre con teoría sino con vivencia. No hay Do sin valores morales, sin principios. Es imposible acercarse a Dios sin valores, porque lo semejante se asocia con lo semejante. Los valores son totalmente prácticos. La integridad es indispensable, la compasión inagotable.

Solo la suma de valores interiorizados pueden expresar Ki. Solo así se avanza en el Do, de lo contrario estamos dando vueltas en círculos.

Do implica sacrificio, disciplina, dharma, desapego y dolor. Sometiendo al yo inferior podemos escuchar a nuestro yo interior y el resultado de esa lucha es gozo, la felicidad que se eleva más allá de las cosas materiales y que busca el bienestar del otro.

No hay Do sin lealtad. Lealtad a los principios, lealtad al maestro, lealtad a uno mismo. Do se genera en una línea jerárquica de tradición, de maestro a discípulo, de yo interior a yo interior, de consciencia a consciencia, de alma a alma. Romper esa conexión es hacerse hara kiri, es salirse de su centro y desplazar el punto focal de su origen. El yo inferior no tiene la capacidad de vislumbrar el daño al que se somete cuando se sale de la línea.

Nuestro objetivo como seres humanos, como hijos de Dios, es caminar en el Do y trascender. Cuántas vidas demoremos está en nuestras manos. Se requiere entendimiento, clara visión, vocación, perseverancia y espíritu indomable.

Donde el espíritu prevalece, ahí está Do.

El Taekwon-Do es una de las herramientas más hermosas y completas que tiene la humanidad para caminar el Do. Aprovechémoslo al máximo. KangDo!

Viviana Villamonte Uriarte
IV-Dan ITF
Perú

sábado, 19 de marzo de 2016

Taekwon- Do, una forma de vida

¿Por qué se empieza a practicar un arte marcial? Las personas llegan por distintos motivos. Algunos buscan saber defenderse, otros bajar de peso y ponerse en forma, unos solo quieren probar para saber cómo es, van para acompañar a un amigo o porque su papá lo inscribió. Razones hay muchas para iniciar, pero qué te lleva a permanecer?

Son muchos los que inician en cinturón blanco, pero son pocos los que llegan a Dan y menos aún a los Danes avanzados.

El arte marcial es un camino de disciplina, de pruebas, de dificultades. Los maestros no son fáciles, porque si te hacen las cosas fáciles, entonces no es arte marcial. El arte marcial está hecho para forjar el carácter y el espíritu. Lo que empieza como una disciplina impuesta se convierte en una autodisciplina.

El arte marcial es un camino de perfeccionamiento, de superación y aprendizaje constante, donde se está escalando la montaña permanentemente. Es una forma de vida que trae satisfacciones a través de la lucha y la búsqueda interna de sabiduría y desarrollo espiritual.

En mi caso, siempre quise ser artista marcial. Recuerdo que en el nido miraba las clases de karate a través de la ventana, porque en esa época el karate era solo para niños y el ballet para las niñas. Yo quería entrañablemente que no fuese así.

Mi hermano mayor practicaba Taekwon-Do con nuestro primo, el pionero del Taekwon- Do en el Perú, el maestro Enrique Deacon, pero mis papás decían que eso no era para niñas. Cuando mi hermano llegaba a la casa me enseñaba lo que había aprendido. Un día, a los nueve o diez años, ingresé a su cuarto a hurtadillas y encontré su folder con las separatas de Taekwon-Do: los escritos del General Choi y las enseñanzas del maestro Deacon. No podía más de la emoción, leí todo lo que pude sobre la filosofía del arte, el significado de los cinturones y quedé absorta. Junté mis propinas, convencí a mis primos y en el verano del 89 iniciamos la clase para niños en el Dojang de la calle Piura en Miraflores. Luego le informé a mis padres que ya era una practicante de Taekwon-Do. De hecho esta pasión debe venir de otras vidas y el destino puso todo en mi camino para que pueda encontrarme con las artes marciales nuevamente.

De esa promoción de niños, solo yo seguí. A los trece años rogué por que me acepten en la clase de adultos. En ese entonces era cinturón verde, no eramos muchos, nos habíamos mudado al Dojang de Surco y comencé a apoyar en la enseñanza del turno de niños.

A los 16 obtuve mi I-Dan y con ello mis primeros horarios oficiales de enseñanza para niños, jóvenes y adultos. El camino de las artes marciales es un camino de maestría y como tal, se hace mucho más rico cuando optas por el camino de la enseñanza. Nada da más satisfacción que sembrar en otros semillas que les permitirán crecer y desarrollarse como seres humanos más íntegros.

El camino no es fácil, repito, te pone pruebas que aumentan conforme uno asciende. Un buen grupo se queda en cinturón verde, donde las técnicas comienzan a ponerse más complejas. Otros se quedan en cinturón rojo, donde el fuego quema y la cima se empina. Ya en Dan, hay los que piensan que ya llegaron a la meta, cuando el I-Dan es solo el comienzo, y también hay quienes llegan a IV-Dan y piensan que lo saben todo, perdiendo humildad ante el maestro. La humildad, la inocencia y el entusiasmo del cinturón blanco deben acompañar siempre al artista marcial, pues ha escogido un camino de aprendizaje sin fin, donde el único límite lo pone uno mismo. Por eso, el Taekwon-Do es para toda la vida!


Viviana Villamonte Uriarte
IV- Dan ITF
Perú