¿Por qué se empieza a practicar un arte marcial? Las personas llegan por distintos motivos. Algunos buscan saber defenderse, otros bajar de peso y ponerse en forma, unos solo quieren probar para saber cómo es, van para acompañar a un amigo o porque su papá lo inscribió. Razones hay muchas para iniciar, pero qué te lleva a permanecer?
Son muchos los que inician en cinturón blanco, pero son pocos los que llegan a Dan y menos aún a los Danes avanzados.
El arte marcial es un camino de disciplina, de pruebas, de dificultades. Los maestros no son fáciles, porque si te hacen las cosas fáciles, entonces no es arte marcial. El arte marcial está hecho para forjar el carácter y el espíritu. Lo que empieza como una disciplina impuesta se convierte en una autodisciplina.
El arte marcial es un camino de perfeccionamiento, de superación y aprendizaje constante, donde se está escalando la montaña permanentemente. Es una forma de vida que trae satisfacciones a través de la lucha y la búsqueda interna de sabiduría y desarrollo espiritual.
En mi caso, siempre quise ser artista marcial. Recuerdo que en el nido miraba las clases de karate a través de la ventana, porque en esa época el karate era solo para niños y el ballet para las niñas. Yo quería entrañablemente que no fuese así.
Mi hermano mayor practicaba Taekwon-Do con nuestro primo, el pionero del Taekwon- Do en el Perú, el maestro Enrique Deacon, pero mis papás decían que eso no era para niñas. Cuando mi hermano llegaba a la casa me enseñaba lo que había aprendido. Un día, a los nueve o diez años, ingresé a su cuarto a hurtadillas y encontré su folder con las separatas de Taekwon-Do: los escritos del General Choi y las enseñanzas del maestro Deacon. No podía más de la emoción, leí todo lo que pude sobre la filosofía del arte, el significado de los cinturones y quedé absorta. Junté mis propinas, convencí a mis primos y en el verano del 89 iniciamos la clase para niños en el Dojang de la calle Piura en Miraflores. Luego le informé a mis padres que ya era una practicante de Taekwon-Do. De hecho esta pasión debe venir de otras vidas y el destino puso todo en mi camino para que pueda encontrarme con las artes marciales nuevamente.
De esa promoción de niños, solo yo seguí. A los trece años rogué por que me acepten en la clase de adultos. En ese entonces era cinturón verde, no eramos muchos, nos habíamos mudado al Dojang de Surco y comencé a apoyar en la enseñanza del turno de niños.
A los 16 obtuve mi I-Dan y con ello mis primeros horarios oficiales de enseñanza para niños, jóvenes y adultos. El camino de las artes marciales es un camino de maestría y como tal, se hace mucho más rico cuando optas por el camino de la enseñanza. Nada da más satisfacción que sembrar en otros semillas que les permitirán crecer y desarrollarse como seres humanos más íntegros.
El camino no es fácil, repito, te pone pruebas que aumentan conforme uno asciende. Un buen grupo se queda en cinturón verde, donde las técnicas comienzan a ponerse más complejas. Otros se quedan en cinturón rojo, donde el fuego quema y la cima se empina. Ya en Dan, hay los que piensan que ya llegaron a la meta, cuando el I-Dan es solo el comienzo, y también hay quienes llegan a IV-Dan y piensan que lo saben todo, perdiendo humildad ante el maestro. La humildad, la inocencia y el entusiasmo del cinturón blanco deben acompañar siempre al artista marcial, pues ha escogido un camino de aprendizaje sin fin, donde el único límite lo pone uno mismo. Por eso, el Taekwon-Do es para toda la vida!
IV- Dan ITF
Perú
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